No siempre es fácil ordenar nuestros pensamientos. Poner en órbita nuestra cabeza, a veces puede convertirse en un gran desafío y más aún cuando nuestra rutina ha cambiado abruptamente, lanzándonos a vivir experiencias que no teníamos en el radar.

Sin embargo, es en estos momentos que nuestra capacidad de adaptación debe estar por encima de nuestro desconcierto y la disciplina debe anteponerse a nuestra cómoda zona de confort. Ahora, cuando se combina trabajo y hogar, la cosa se pone aún más aguda. Por eso queremos traerte algunas recomendaciones para que las ganas de salir corriendo, no prevalezcan antes de dar la pelea.

1. Organiza tu día: comienza desde tu primer pensamiento de gratitud al abrir los ojos hasta el momento en que vas a apagar tu computador. Aunque no lo creas, darle un lapso de tiempo para que ocurra cada cosa, te alivianará el camino. Puede que debas ir haciendo ajustes a medida que vayas calculando mejor cuánto realmente te ocupa cada tarea, pero tal vez al final del mes estés tan experto en el tema, que hasta puedas incluir más y mejores actividades en tu planeador.

2. No hay que desconocer la realidad. No estás en tu oficina: el lugar destinado para TRABAJAR. Ahora estás adaptando el lugar que usas para DESCANSAR y en el que has dirigido cada esfuerzo para lograrlo, para aquello. No pretendas que todo funcione igual, pero en un espacio opuesto. Debes estar consciente de que habrá más distractores: tus hijos querrán mostrarte sus logros cada 5 minutos; tus perros ladrarán cada 10, al ver pasar una moto; pasarán vendiendo 20 cosas por hora que pueden interrumpir una importante “junta”; llegará el vecino requiriendo de tu ayuda… y un gran etcétera similar. Ajústate con realismo y no sucumbas ante el “ideal” de mejorar tu productividad con “más comodidad”.

3. No confundas trabajo en casa con horario flexible. No siempre podrás ajustar tus asuntos personales a los horarios laborales, aun estando en casa. A veces nos permitimos desdibujar nuestros objetivos por no enfocarnos en los tiempos que debemos darle a cada uno. Si tu día está planeado, no significa que no quepa un Plan B, pero, en lo posible, intenta mantenerlo firme. Si tu mamá, tu esposo/a o tú hijo/a te pide un favor que puede esperar, agéndalo para cuando pueda ser resuelto (a menos que sea una verdadera urgencia). Sopesa siempre el nivel de “urgente” e “importante”; lo que da espera y lo que no, para no sentirte mal por un “no puedo ayudarte ahora, pero podría mañana”.

Trabajar desde casa tiene tantas ventajas como retos, pero no es algo imposible. Con disciplina, voluntad y orden (físico y mental), lograrás grandes cosas. ¡Ánimo!